Hay oficios que, más que un trabajo, son una manera de vivir y entender el mundo. Este es el caso de Joan Guillamat, arquitecto y fotógrafo de arquitectura de formación, que encontró en el torno de madera un camino inesperado hacia la artesanía. El vínculo con su abuelo —también tornero—, el espacio del taller familiar y una curiosidad insaciable han marcado su recorrido hasta convertirlo en un artesano que da forma a piezas únicas, cargadas de texturas, historias e intención.
Su trabajo combina la tradición con la búsqueda personal, siempre conectando con la naturaleza y con la esencia misma de la madera. A través de series de piezas inspiradas en viajes, experiencias y reflexiones, Joan nos muestra que la artesanía puede ser al mismo tiempo memoria, creatividad y mirada contemporánea.
En esta entrevista nos abre las puertas de su taller, El Toldu, y de su trayectoria vital y profesional, compartiendo sueños, rituales y formas de entender un oficio que le apasiona.
Sobre ti y tu camino profesional
¿Cómo empezaste en la artesanía (torneado)?
Mi abuelo era tornero, así que la figura del torno me ha rodeado desde muy pequeño. Yo nací cuando él se jubiló, pero tuve la suerte de que entonces equipó su taller con un pequeño torno. Así pues, en la escuela yo era el niño que llevaba peonzas personalizadas de todos los tamaños y formas.
Cuando empecé a hacer fotografías de adolescente, hacíamos adaptadores fotográficos para enroscar ópticas antiguas o montar la cámara al telescopio, pues su torno era para trabajar el metal. Siempre hacíamos cosas juntos en el taller, pero había una herramienta que yo nunca estaba autorizado a tocar: el torno. “No le dejes tocar nunca, que se hará daño”, le decía a mi madre.
Con la muerte de mis abuelos fui a vivir a su casa, donde está el taller. Antes de entrar a vivir allí, sin embargo, mi madre me puso una condición: debía vender el torno. Aún ahora, cuando pienso en el día en que se lo llevaron, se me escapa alguna lágrima.
Pasaron algunos años y empecé a reconvertir su taller en una carpintería, comprando todas las máquinas y aprendiendo de manera autodidacta la profesión, mientras me hacía todos los muebles de casa mientras la restauraba.
Un día, en las redes sociales, me salió un curso/experiencia de torneado que duraba un fin de semana. Pensé que, en el caso del torno, no era mala idea apuntarme, mirar de no hacerme daño y ver si aquello realmente me gustaba. El resultado: el lunes me compraba un torno.
¿Cuáles fueron tus primeros pasos para aprender el oficio de tornero?
Después del curso de fin de semana, dedicaba todo mi tiempo libre a mirar vídeos de otros torneros trabajando e imágenes de piezas hechas por otros artistas. Mientras tanto, iba produciendo cantidades ingentes de virutas en el taller.
¿Antes de dedicarte a ello, a qué te dedicabas?
Yo soy arquitecto, tuve la suerte de poder juntar pasiones y siempre he trabajado de fotógrafo de arquitectura. Sin duda, mis estudios y profesión influyen en mi trabajo como tornero, pues hay muchos puntos en común: las proporciones, colores, formas, texturas, el ritmo o la repetición.
Hablemos de sueños, ¿hasta dónde te gustaría llegar?
Con los años me he dado cuenta de que me inclino más hacia piezas escultóricas que hacia objetos con utilidad directa, así que me gustaría hacer carrera artística.
Proceso creativo y técnico
¿Cómo describirías tu proceso de creación?
Me gusta pensar más en series que en piezas únicas. Cada familia está inspirada en diferentes momentos o viajes. Por ejemplo, una visita a Sicilia me llevó a hacer una serie de piezas quemadas buscando las texturas y colores del volcán Etna. En Turquía me cautivaron las formas ancestrales de las ollas y me llevó a reproducirlas en el torno, todo haciendo una investigación de la forma y variando ligeramente las proporciones en cada una.
¿Qué maderas te gusta más utilizar? ¿Por qué?
Utilizo las maderas más locales posibles: árboles de calle que deben cortar, otros que caen por una tormenta o árboles muertos. En este sentido, lo que más he trabajado ha sido la madera de haya, melia, secuoya, fresno y olmo.

¿Tienes algún ritual, hábito o ambiente preferido para trabajar?
No tengo ningún ritual en especial, pero sí necesito tener todo el día libre para tornear. No sé hacerlo a media jornada o solo un rato. Me gusta ponerme sin prisas ni interrupciones.
¿Cómo afrontas los retos o errores durante la creación de una pieza?
Creo que cada pieza producida es un peaje que pasas; no hay ninguna neutra. Una que sale bien te da energía y una mala te la quita. También, por suerte, soy capaz de trabajar en modo experimental para aprender una nueva forma o técnica.
El espacio de trabajo y el valor del tiempo
¿Cómo es tu taller?
Siempre digo que mi taller es el mejor lugar del mundo. Está al final de un jardín largo y estrecho, enfrente de la casa y orientado al sur. Me encanta recibir el sol en invierno.
Originalmente era un espacio bastante cerrado y oscuro, con solo una pequeña puerta y ventana. Reformé toda la fachada y ahora tengo unas puertas plegables que, abiertas, convierten el taller en un porche conectado al jardín. Es un taller pequeño, como un garaje de dos coches, pero muy bien aprovechado. Tiene altura y me hice un altillo para tener más espacio de almacenamiento. El torno está situado justo debajo del altillo, al fondo del taller, de manera que cuando torno, si levanto la vista, veo todo el jardín. En un lateral tengo todas las máquinas conectadas a la aspiración, y en el otro un banco de trabajo con herramientas manuales. En el centro hay una mesa de montaje y la sierra circular con la fresadora que la acompaña.
El único inconveniente es que para entrar o sacar material debo cruzar la casa, lo que dificulta llevar objetos grandes y genera mucha suciedad.

¿Qué papel juega el tiempo en tu oficio?
Me gusta el torno porque permite producir piezas relativamente rápido. Para una persona impaciente como yo, ¡esto es magnífico! A la vez, al ser un trabajo repetitivo, tenía miedo de que se me hiciera pesado, pero pasa todo lo contrario: cada trozo de madera y cada pieza son completamente únicos.
También me gusta cómo la naturaleza de la madera y su secado marcan el proceso y los tiempos de espera. La gente me pregunta cuánto se tarda en hacer un bol y siempre respondo con el tiempo aproximado en el torno, pero luego explico todo lo que implica: buscar y llevar la materia prima, secarla, tornear dos veces si hace falta, darle un buen acabado… y entienden que es un proceso menos lineal.
El tiempo también influye en la reflexión sobre la propia obra. Con los años, la mirada cambia y se vuelve más madura: aquellas piezas que parecían perfectas ahora las veo sin intención. Supongo que es parte de todo proceso creativo.
La artesanía en el mundo de hoy
¿Cómo ves el papel de la artesanía en la sociedad actual?
En una sociedad cada vez más tecnológica y deshumanizada, creo que la artesanía nos ayuda a reconectar con las raíces y la naturaleza. Un mundo sin artesanía sería, para mí, un mundo huérfano.
¿Qué valor crees que tiene una pieza hecha a mano hoy en día?
Todos los objetos que tengo en casa tienen una historia detrás; si no la tienen, no me atraen. Una pieza hecha a mano lleva consigo toda la historia de su creador. Una industrializada es como si le faltara alma.
¿Cómo reaccionan tus clientes cuando descubren tu trabajo?
La verdad es que no me esperaba tanta aceptación y éxito cuando empecé. En general, los objetos de madera hechos de manera artesanal gustan mucho.

Tu voz, tu presencia
¿Dónde podemos encontrar a las personas que queramos saber más de ti y tus trabajos?
El nombre comercial que utilizo es Eltoldu. “El toldo” era como el abuelo llamaba a su (ahora mi) taller. Yo me he aprovechado del barbarismo y lo he convertido en nombre propio, juntando palabras y añadiendo una “u” final para hacerlo más fonético.
Així doncs: @eltoldu i www.eltoldu.com.
¿Cómo explicas tu oficio a través de las redes sociales?
Me gusta mostrar el proceso creativo, pero de una manera fresca y entretenida. Entiendo que las redes sociales están hechas para entretener y así me gusta hacer uso de ellas.
Tu visión personal
¿Hay alguna pieza que consideres especial o muy representativa de tu obra?
A día de hoy destacaría la serie y exposición en el estudio Regina Saura y la Galería Son Molas. Eran 36 piezas agrupadas en 3 formas principales. Estaban todas quemadas y cepilladas con un cepillo metálico. Acabadas con aceite, tenían tonos que iban de marrón a negro y la veta de la madera quedaba bien visible. Además, las piezas fueron torneadas con madera verde y, al quemarlas, se torcieron significativamente.

¿Participas en mercados, ferias o exposiciones?
He hecho exposiciones colectivas e individuales. Me encantaría participar en un mercado o feria, lo tengo en la lista de pendientes.
¿Has tenido la oportunidad de transmitir el oficio a alguien?
He dejado probar el torno a amistades. Es una herramienta muy visual y suele llamar la atención. A todos les ha encantado, pero nadie se ha aficionado. Supongo que no todos disponen del espacio necesario.
¿Qué consejos darías a alguien que quiera empezar en este mundo?
Que disfrute de la aventura de aprender este maravilloso oficio y que se apasione.
¿Y para terminar… qué es lo que más te enamora de ser artesano?
Trabajar con la naturaleza, con las manos, producir un objeto físico, hacer arte.
Muchas gracias por la entrevista Joan, ¡te deseamos toda la suerte del mundo para poder seguir adelante con tu maravilloso proyecto personal y profesional!